También el dolor lo dispones para el bien de los que amas

Padre bueno tú conoces lo que viven las personas que cada semana   abren la puerta de su casa y de su corazón para recibir tu Palabra y recibir a Jesús sacramentado.  Momento de encuentro con Aquel de, quien esperan lo que tanto necesitan.

Emoción para cada uno y momento para reavivar su fe y amor a la Sabiduría quien puede hacer su yugo más llevadero, ya que Él nos ha dicho: “Mi yugo es suave y mi carga ligera”

Para mí es una misión llevar la comunión a los enfermos. Me encuentro como María al pie de la cruz sin poder hacer nada para aliviar el dolor, pero si, para acompañar y animar su fe y esperanza al enfermo y sus familiares.

Constatar que poco a poco la persona descubre el valor del sufrimiento, que es un aprendizaje lento y gracia del Salvador. Cuando como Beatriz quien lucha contra una metástasis de cáncer, deseando vivir lo más posible por su hijo de 13 años, me dice compartiendo el evangelio de Juan sobre el grano de trigo que cae en tierra (Juan 12,24-26) ofrezco todo para dar frutos, con una sonrisa en sus ojos.  

Me conmueve, y digo al Señor: “Mujer que grande es tu fe”; como Él se lo ha dicho a la mujer cananea.

Contemplo a Marta que tiene dificultad para caminar y cuida con tanto amor y delicadeza a su esposo ya como un bebé, cambiarlo, levantarlo en la silla y rezar con él con paciencia, a pesar del dolor que le provoca las heridas de sus piernas. Amor vivido y hecho servicio, con la alegría de cumplir la promesa de su matrimonio.

Se siente una vida entregada por amor y solo uno puede dar gracias al Señor.  Viviendo en cada momento lo que dice San Pablo a los Corintios: “todo lo que hagan, háganlo con amor” (1Co. 16,14)

También se encuentra situaciones como Paola ciega y José paralizado que no tienen atención y son incomprendidos por aquellos que los cuidan, vuelvo de esa visita con dolor en mi corazón. Solo me queda pedir a Dios que abra los corazones de sus familiares para que encuentren tiempo en medio de sus actividades.

Acompañando a Nanci, me viene muchas veces a la mente lo que dije al Señor, cuando estaba esperando los resultados de mi último examen oral con el cual me recibía de enfermera: “Si esta profesión me va servir para   hacer el bien a los que sufren permita que me reciba”. Creo que el Señor tomó en cuenta esta petición porque me permitió estar cerca de muchas personas sufrientes.

Sé que está cumpliendo en mi vida su voluntad “El que quiere seguirme que tome su cruz…” porque al acompañar al que sufre, uno comparte a su manera el dolor como el Cireneo, y María.

Termino con una oración, porque todo lo hace la sabiduría, también necesito ser sanada y necesito de su gracia para ser un pequeño instrumento cerca de cada uno como María al pie de la cruz.


ORACIÓN DEL ENFERMO
Señor, ¡conoces mi existencia!
Sabes mi dolor

Has visto mis ojos llorar,
mi rostro triste, mi cuerpo doliente
y la tristeza que ha pasado por mi alma.

Seguiré tus pasos, porque
“Tu yugo es suave y tu carga ligera”


Hazme comprender tus sufrimientos,
tu amor hacia los hombres.

Sé que estoy cumpliendo en mi vida
lo que falta a tus dolores de la cruz.

Ayúdame a sufrir con alegría sin quejarme.
 Ayúdame a sufrir con amor.

Te pido por todos los que sufren,
los pobres, abandonados, los enfermos,
los que no tienen siquiera un poco de cariño.

Señor, sé que todo, también el dolor,
lo dispones para bien de los que amas.
(Autor desconocido)

Hna. Réjane Esnault
Buenos Aires-Argentina


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