Aprendiendo


Los institutos de vida consagrada,  y las sociedades de vida apostólica, que realizan opciones a partir de los pequeños signos interpretado en la fe y en la profecía, saben intuir el más allá que se convierten en lugares de vida. Allí brilla la luz, y se escucha la invitación que llama a otros a seguir a Cristo. (Escrutad)

Con estas  palabras del Papa Francisco, quiero comenzar mi compartir de lo que me ha significado este año, la misión como Hija de la Sabiduría. Me detendré en dos palabras del texto anterior, “los pequeños signos interpretados en la fe y en la profecía….”.

El pequeño signo del jugar, escuchar, esperar, en lo cotidiano del día a día, en el proyecto de niños “Para que todos tengan vida” (Jn. 10, 10), que se ha convertido para mí, a lo largo del año, en camino de fe, porque nadie me aseguraba, que lo aprendido de ayer, por uno de estos pequeños, fuese mañana una escalera más a subir, o simplemente el iniciar de nuevo con paciencia, y con amor.

Como explicar lo que esto iba haciendo en mi vida, me siento limitada de poder explicarlo, pero sí, puedo decir que he sido invitada a mirar un futuro con esperanza. Esperanza en que serán niños y niñas, que en sus corazones quedarán grabadas horas de escucha, de paciencia, de un ánimo, tú puedes, tú sabes y sobre todo, aquellas expresiones de acogida y de amor. (Cuando les doy un abrazo, o les digo que tienen bellos ojos, o simplemente les digo que son un tesoro), y que todo eso, no solo hará de ellos y ellas buenos profesionales, sino personas con capacidad de amar y de dejarse amar.

Vivir el día a día con ellos, me ha enseñado, que cuando a un niño se le promete algo, se le cumple, porque como dijo uno de ellos en uno de mis diálogos, ¿qué te hace sufrir más? ¡Qué no cumplan lo que prometen!, uf, que lección, si esto le duele al niño, claro que a mí también me hace sufrir, gracias Señor por escoger el camino de los pequeños, para recordarme que hay una pequeña en mí. 

Si eso he vivido con los niños, no menos puedo decir de los jóvenes, con ellos aprendí a lo largo del año muchos gestos de fe y profecía, porque ellos, los jóvenes, son capaces de arriesgarse, de darse a los demás, de tener actitudes tan sencillas, con el único deseo de ir descubriendo en sus vidas la VERDADERA FELICIDAD, que es un gesto de profecía.

Los jóvenes que desean buscar la FELICIDAD, son capaces de arriesgarse y de encontrarse con ellos mismo, capaces de decirse así mismo, lo que son y lo que hacen o pueden hacer. Esos jóvenes son una profecía para una sociedad que está acostumbrada a no tomar un tiempo para preguntarse si es feliz o no.

El niño y el joven, la niña y la joven, ellos han sido para mí, lo que dice el texto en su segundo punto: “se convierten en lugares de vida, allí brilla la luz y se escucha la invitación que llama a otros a seguir a Cristo.”, porque cada uno de estos rostros de pequeños y jóvenes, me han enseñado y me siguen enseñando, que no hay mayor FELICIDAD en descubrir que uno es amado y que puedo amar.


Hna. Violeta Santos González
Ecuador 



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