APRECIANDO LA PRESENCIA DE DIOS EN MI EXPERIENCIA APOSTÓLICA

 


Quiero contarles la experiencia de estos pocos años vividos en Tingo María.

Paisaje muy lindo por la naturaleza, verde esperanza, que invita a gozar de los dones que el Señor ha creado y encargó gratuitamente a sus hijos para cuidarlos. Variadas frutas de todo gusto y bondad para saborear y dar gracias. Vegetación abundante, flores bellísimas de todo tamaño y color que alaban la grandeza de Dios.

Seres vivientes: pájaros, palomas, culebras, hormigas de todo tamaño, zancudos visibles e invisibles que pican duro y dejan huellas de su cariño.

Mi compromiso misionero: Formar parte de una Comunidad de Hijas de la Sabiduría, 4 hermanas. Apoyo a la Cuna Jardín Sabiduría: niños desde 1 año y medio hasta 5 años, con sus padres de familias; niños sanos, simpáticos, alegres, juguetones y traviesos. Se descubre la vida que empieza, llena de dones, confianza, cariño, amor y toda belleza que Dios ha puesto en sus criaturas creadas a su imagen y semejanza.

Apoyo y presencia en la Parroquia, San Martin de Porres, en las misiones de los pueblos abandonados y lejanos con Padre Taddeo Pasini, que ya goza en el reino de Dios. También junto al Padre Hugo Soto y el Padre Alejandro Chuquimbalqui, todos Monfortianos, laicos, y a veces, con algunos jóvenes.


Participación activa en la Pastoral de Conjunto a nivel de Diócesis de Huánuco, con la Espiritualidad de Comunión. “Que todos sean uno, como el Padre y Yo somos uno”. “Que se amen los unos a los otros, como Yo los he amado”. Se trata de formar grupos, Comunidades que lleven adelante la formación cristiana de comunión en la zona de Selva. ¡Qué gusto encontrar muchos laicos generosos, perseverantes y fieles que apoyan la llegada del Reino de Dios para todos!

Visita semanal a los enfermos, en sus casas, llevando la Santa Eucaristía. Ahí descubrí un amor de Dios particular a los enfermos, el deseo de recibir a Jesús en su corazón, para que tengan ánimo, fuerza, serenidad para seguir llevando la Cruz de la enfermedad, de la edad avanzada: “la juventud acumulada”, que tiene mucha Sabiduría. 

Su compañía está hecha de sufrimiento, de soledad y a veces de abandono. Gocé mucho con ellos, esperaban el día, contando los minutos de atraso, a veces, y el deseo de que me quedara más tiempo con ellos. 


Esta ha sido una gran experiencia humana y cristiana: La vida, don de Dios -a su inicio con los niños pequeños-, y la vida a su término -con la edad avanzada y la enfermedad-. Un arco que inicia con Dios y llega a su término, porque Dios llama a estar con ÉL.  

Experimenté mucha alegría al estar con los niños; me hacía niña con los niños. Y también alegría de poder aliviar el sufrimiento en las personas mayores y discapacitadas, yo misma adulta mayor con ellos.


Hna. María de Nazareth

Comunidad de la Delegación – Lima

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