Experiencia de misión. Jóvenes en acompañamiento vocacional - Ecuador

En el deseo de brindar experiencias significativas de servicio y solidaridad, 
los Padres Dehonianos conjuntamente con las Hijas de la Sabiduría, 
brindan a los jóvenes que acompañan, 
una experiencia junto a niños con capacidades diferentes y ancianos. 
Es en este encuentro cotidiano, donde los jóvenes descubren la riqueza interior 
que ellos y ellas tienen, y el desafío de amar más allá, 
de lo que la simple razón nos pide. 
Este encuentro de dos realidades y un solo deseo de "ser amados", 
se vive en Penipe en Ecuador. 


Primer testimonio

Mi experiencia en Penipe tiene perspectivas y sentimientos encontrados, si bien es el voluntariado no es una experiencia nueva en mi vida, pero Penipe definitivamente ha sido la experiencia más intensa hasta el día de hoy; no solo por el hecho de desplazarme a otra ciudad o el encontrarme con una realidad distinta a la que acostumbro sino la calidez humana de la que fui testigo durante 4 días.

La misión consistía en visitar el Hogar de Ancianos y el Hogar de Discapacitados. Al inicio, la inseguridad juega una mala pasada al ver jóvenes en sillas de ruedas con discapacidad intelectual severa, algunos sin la posibilidad de comunicar o en el mejor de los casos, hacerlo mediante sonidos imprecisos; personas totalmente dependientes para comer y realizar sus necesidades más básicas; la mayoría con aspecto de adolescente, pero intelectualmente unos bebés. Definitivamente el trabajar con personas con tan alto grado de discapacidad supone un reto cuando no se está entrenado para ello, lo cual era mi caso, pero la situación fluyó por el cálido recibimiento de las personas que ahí residen.

De ellos aprendí que ayudar no depende de religión, estatus social, grado académico, nivel intelectual; todos podemos aportar con nuestro grano de arena en medida de nuestras capacidades y deseo de hacer el bien. Y aunque muchos viven en su propio mundo debido a su condición, estoy segura de que nuestra visita no pasó desapercibida por ellos.

En el ancianato, la situación es totalmente diferente. La mayoría de adultos mayores son independientes, unos con las dolencias propias de la edad, otros con sus mentes atrapadas en tiempos mejores y otros totalmente lúcidos. Algunos pasan sus días en soledad mientras que otros han formado grupos para ayudar mutuamente y así ver los días pasar hasta cuando les sea posible.

Estar en el ancianato me hizo reflexionar en las ironías de la vida. ¿Cuántos de ellos tendrán una familia numerosa? ¿Habrán educado a sus nietos? ¿Habrán tenido trabajos importantes? ¿Por qué están tan solas personas que alguna vez dieron todo por su familia? Entonces comprendí la gratitud hacia nuestros adultos mayores, aunque con errores como todos nosotros; merecen un espacio en nuestras vidas y no interpretar al ser humano como una máquina con vida útil limitada.

Penipe se traduce para mí como una lección de vida. Un despertar, una perspectiva diferente. Una voz preguntándome: ¿Qué haces con tu vida? ¿Estás usando al máximo tus días? ¿Te ahogas en un vaso con agua? Me recordó que hay realidades diferentes ahí afuera, hay más de lo que conozco y puedo imaginar; muchas veces más difícil que mi día a día. Comprendí que soy capaz de muchas cosas, solo basta con salir de mi zona de confort y atreverme a nuevas experiencias.
Y si me pidieran resumir la experiencia de Penipe en una solo palabra, la más cercana sería: amor.


Liseth Ronquillo


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