Hay muchos que se sorprenden de este trabajo, les parece insignificante, sin valor alguno, ni económico, ni tampoco es resaltante porque creen que los pies es lo último y no vale nada. Porque no saben la riqueza de acompañar a cada hermano, hermana con tanto sufrimiento, muchas veces sin esperanza pero con un corazón muy noble, sencillo y humilde. Mi tarea como Hija de la Sabiduría, como cristiana, como mujer es el anuncio del reino de Dios. El don de la fe que recibí en mi bautismo y a la que nuestro padre de Montfort nos invita a renovarla, es la herencia más grande que recibido la que me permite ser misericordiosa con cada hermano y hermana que Dios pone en mi camino, a pesar de mis debilidades y fragilidades. Yo tomo el dolor de los que sufren me hago uno de ello y esto me invita a orar por cada uno; tanto en esta misión de la pedicuría, como con los pacientes de rehabilitación. Descubrir tantas heridas, sufrimientos, angustias en sus enfermedades a vec...